domingo, 1 de mayo de 2016

La dama del piano.

Un día más se despertó con sueño y el cuerpo dolorido.
El viejo Steinway permanecía al otro lado de la gran sala con la tapa semiabierta. Tarareo las ultimas notas que la noche anterior habían salido de ese vientre de abeto. Aún en la cama y con los ojos cerrados se resistía a abandonar el cálido refugio de sus sueños.


Noruega esta muy lejos -pensó- y con gran esfuerzo fue abriendo los parpados.
El reflejo de los primeros rayos de sol incidió en las teclas que acaricio con extrema sensibilidad mientras se dirigía al vestidor.
Una melodía alocada inundo el ambiente de primavera.
Tardo mucho tiempo en decidir que ropa se pondría. Habia veces que hacia una lista de las posibles combinaciones de vestuario, para luego, en el ultimo momento, optar por un pantalón y una camiseta, ambos neutros.


Apuro el ultimo sorbo de café y se sentó de nuevo frente al Steinway. volteo las paginas de la partitura hasta el inicio, hizo un par de correcciones a lapicero y deslizo los dedos por el teclado con intensidad y armonía.
Al otro lado del salón la pantalla del ordenador permanecía encendida.  Los acordes repetidos de sus ensayos le llegaban a él por skype.
El se decía que formaban una curiosa pareja, una brillante pianista y un pésimo escritor, a las veces aprendiz de poeta, pues gustaba de imaginar versos al ritmo de la melodía que le llegaba un tanto distorsionada por la conexión.
La dama del piano era capaz de recordar y reproducir cualquier acorde, unas veces con su voz, que sonaba musical, otras con sus dedos frente a las ochenta y ocho teclas de ese piano que dominaba la sala, majestuoso.
En cierta ocasión el creyó que el piano estaba vivo, ella había introducido las manos dentro y como si fuera un arpa vertical lo despertó de su silencio, la primera nota fue desgarradora como un quejido que le sobresalto, intento agarrarse al manto de Manila que a veces hacia la función de guardapolvo para la superficie lacada del piano, cayo al suelo, ella no se inmuto, siguió extasiada en las entrañas del Steinway.
Los últimos días había estado trabajando sobre una obra de Falla, "El paño moruno", una rima campesina que el maestro ennobleció.
                                                        Al paño fino, en la tienda,
                                                        una mancha le cayó;
                                                        por menos precio se vende,
                                                        porque perdió su valor.
                                                                                        ¡Ay!






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