martes, 24 de marzo de 2015

Deseos




Tengo  tantas ganas de ti, como tiene la playa de las olas.
Así, con ese deseo irrefrenable y sostenido de intervalos constantes.

Pero tú..., tú no me lo dices así.
Me lo dices más rotundo, más directo, más sencillo.
 "puedes visitarme".
Y entonces, yo sé que no es una pregunta, es una demanda en toda regla.
Es una insinuación a ti, a lo más delicado de ti.
Añades un -si quieres-, como de cortesía.
Como si fuera un aviso, como..., para darme un margen de tiempo.
"puedes visitarme"
Y me convidas a tu cuerpo,
-si quieres- me dices y hospedas mis manos en ti. Para que quiera.
"puedes visitarme"
como una entrada al banquete de tu piel.
-si quieres- me dices, como..., sugerencia. Para que acepte.

Y yo, te susurro en ese intervalo del -si quieres-
que tengo tantas ganas de ti, que en un beso, sabrás todo lo que he callado.
y añado tu -si quieres-.

Pero tú..., tú no me lo dices así.
Me lo dices más simple, más tenue, más acogedor.
"puedes visitarme"
Como solicitándome a tu cuerpo, sin suplicas, con valor.
Y añades ese invicto -si quieres- , como... de tentación.
Para que quiera.

Y quiero.









lunes, 16 de marzo de 2015

Pies de gorrión.


Cuando él ponía sus pies desnudos encima de la mesa baja del saloncito, le entraba la risa a ella.
¡Relajaros!, - les decía-.
Como si sus pies entendieran, y se acurrucaba junto a él, cubierta con una mantita.
¡Que pies más raros tienes!
El dejaba que ella continuara riéndose de ellos, sin importarle, en realidad la razón de esa forma con ese defecto le venia de muy lejos, claro que él la recordaba sin que ella se diera cuenta.

Con el mismo temor de todas las mañanas subía  por los peldaños fríos del esqueleto metálico, con osadía, esa que dan los veintipocos aparejada a la inconsciencia.Trepaba por el andamiaje, con desparpajo, a pesar de los continuos vaivenes que se producían en la débil estructura con su ascenso, intentando dejar el miedo en el suelo firme.
Dicen que así se combate el miedo, enfrentándolo a la valentía.

El lo dejaba al lado del señor Eustaquio, peón de toda la vida, viudo por más señas y ya mayor, que lo miraba, aleccionandole:
 -cuando llegues arriba, dobla los dedos de los pies, ¡como un gorrión!, -entiendes- y se ajustaba la boina.
- ¡Los gorriones no se caen!, sentenciaba.
Cuando llegaba a lo mas alto del andamio, se asomaba para verle y doblaba los dedos a través de los patucos ya deformes, como le había dicho, como aferrándose con ellos a un hilo imaginario, mientras pisaba el tablón, un espacio de apenas veinte centímetros de madera aún resbaladiza por la helada de la noche invernal.
En ese momento  el señor Eustaquio chiscaba un cigarro y llenaba los cubos de cemento, los enganchaba a la soga y vociferaba: ¡tira! y el los subía con esfuerzo haciendo malabares en el tablón, que cimbreaba con el peso.

A medida que la gruesa pared para jugar a la pelota fue ganando altura sus temores crecían, no por la distancia que lo separaba del suelo, sino por la precariedad que lo alejaba de él.

Una mañana, cuando ya estaban a punto de concluir la pared en forma de ele y a una altura de doce metros, un compañero retiro una de las tijeras que sujetaban el armazón, por error y por precario del contratista que no puso más medios para la obra, como se puso de manifiesto en el juicio posterior al accidente, y este se derrumbo como un castillo de naipes.

Solo escucho un estrépito de hierros, tablones y ladrillos que caían hacia un lado y hacia abajo.
Eustaquio le grito: ¡sujetate, chaval!  -mientras se llevaba las manos a la cabeza en un gesto de impotencia-.
¿Donde?, si todo se venia abajo.
El se quedo encima del tablón, de pies y sus dedos como garras sujetos al borde de la tabla.
¡Como los gorriones!
Todo se desmorono como fichas de domino, entre chirridos y golpes secos, en apenas unos segundos.
El aterrizo en el suelo, pegado al tablón, sobre una cresta de escombros, sin un rasguño.
Aquel día olvido el miedo a las alturas, en realidad quedo debajo de los escombros, lo extravió por un error y por un precario empresarial, como le gustaba recordarlo.

El, tiraba de la manta y se los cubría.
Sabes, -le decía, poniendo cara de recordar, " un día en la profundidad del invierno, finalmente aprendí que dentro de mí yace un verano invencible".

Los dedos de los pies, bueno, ¡esos aún siguen con el susto!.



miércoles, 11 de marzo de 2015

Goteras

Cuando el sol golpeo la casa vacía, la gotera había partido su corazón, fue demasiado largo ese invierno en el que ambos  habían naufragado. Sus abrazos fragmentados quedaron corrompiendo el suelo donde antes de ayer habían entretejido sus labios con  deseos.




La escalinata proyectada de sueños, distorsiono y deformo sus peldaños con el estruendo de las desavenencias no recompuestas en los instantes del ayer y que, ahora, la primavera  se obligaba a llenar, afanosa de recomponer, al menos con rayos de luz, el silencio.


Desde en el rincón mas infinito de ese vacío, intentando alcanzar con su ingenuos dedos el eco de sus palabras, las no pronunciadas, se invocó a si mismo, para no perecer.


Volvió a la vereda, con la cordura de sus rotos. Viandante por un bulevar que contenía la verdadera identidad de sus recuerdos...


 esqueletos ya de su mente, estructuras descompuestas, un armazón liviano sobre el que moldear nuevamente su imperfección.



Fue navegando hacia otra primavera, abandonando  a la deriva del pasado, otro pedazo de su continente.
Una isla que engendro una gotera.


Y una vez que la tormenta termine, no recordaras como lo lograste, como sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta a terminado realmente. Pero una cosa si es segura. Cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entro en ella. De esto se trata esta tormenta.
                                                                                                Haruki Murakami


Fotografías tomadas de las esculturas de Monika Sosnowska en el Museo de Arte Contemporáneo Fundación Serralves (Oporto-Portugal), exceptuando la  cuarta y la ultima cuyo autor desconozco y  que se enmarcan dentro de las obras de la exposición :"Puede un museo ser un jardín". Después de observar estas obras escultóricas, concebí este texto como una transferencia entre nosotros, una metáfora asociada a la vida.
El titulo de esta entrada hace alusión a la primera fotografía, la imagen que se muestra es Hole (agujero) (2006)

Si deseáis conocer más:http://www.serralves.pt/pt/
http://www.hauserwirth.com/artists/48/monika-sosnowska/images-clips/

miércoles, 4 de marzo de 2015

Bola de plata

Hace cuatro días que pase por allí.
Me pareció verla en una esquina, justo al lado de una columna, como delimitando un pequeño territorio en ese bar. Recuerdo que iba deprisa, pero su silueta a través de los cristales me resulto familiar.
Habían transcurrido tantos años que no podría decir exactamente cuantos... dieciocho, quizás veinte.
Ese día dada la urgencia que llevaba no pude entrar, ademas, había tres personas cercándola y una chica de pelo alborotado frente a ella.
Seguí mi camino memorizando el lugar, para regresar nada más que me fuera posible, convencido de que estaría allí, esperándome.
Nuestra relación comenzó, cuando yo tenia trece años, aunque ya la conocía de antes.
Por aquella época  de estudiante la visitaba casi a diario, generalmente al salir del instituto, el dinero sobrante de la asignación para el autobús lo destinaba para ella.
A veces me tocaba esperar un poco porque otros chicos se me habían adelantado, generalmente los que habían hecho novillos en la ultima clase.
Hace tres días que hemos retomado la relación.
Lo recuerdo perfectamente, eran las cuatro y siete minutos justos cuando volví a entrar en el bar, en ese mismo instante había mirado el reloj para calcular cuanto tiempo seria capaz de resistir  a sus encantos y artimañas.
La observe desde la esquina contraria a su posición, mientras el camarero me servia un café, que pague en el acto con un billete, necesitaba alguna moneda.
Permaneció en silencio, aguantándome la mirada y a la vez desafiándome.
Sorbí el café despacito, acercándome al mismo tiempo hacía ella.
Cuando me coloque a la altura de una mesa cercana, un destello intenso cargado de complicidad me indico que había llegado el momento de retomar nuestro vínculo. Efectivamente era ella.
No importaban los años transcurridos.
Me despoje del abrigo y lo coloque en una silla a su lado izquierdo.
Deslice mi vista recreándome en su aspecto, todos los cambios con los que se había maquillado, me parecieron intensos.
La escudriñe con ansiedad antes de entregarle una moneda,  que agradeció como un árbol de navidad, estaba dispuesta.
Afiance mis piernas y deslice las manos suavemente por sus flancos.


000000

El antiguo tirador de muelle lo había sustituido por un interruptor, esa era la primera sorpresa que me tenia guardada, no podía calcular la tensión exacta para lanzar.
Nada mas que lo toque, una bola de acero cobro vida dentro de su interior, golpeándola frenéticamente, los primeros envites de la bola  los acompañe con los golpes de mis muñecas, con una delicadeza muy medida, eramos viejos conocidos y sabíamos de los efectos de la brusquedad.
08460
La bola después de rebotar varias veces se deslizo por una rampa y fue a parar al dominio de mi paleta derecha.
Allí la retuve presionando enérgicamente, nos quedamos en silencio.
Poco a poco con parsimonia fui liberando la tensión, la bola descendía suavemente, acariciando la goma que recubría el flipper, cuando estuvo justo a un centímetro del final, ¡ apreté fuerte! y salio desplazada hacia las dos dianas que ocupaban la parte superior izquierda, cayeron derribadas al instante, con el rebote la bola entro en un laberinto que desembocaba en un agujero, donde quedo atrapada dos segundos interminables.
010830
Salio despedida con un golpe metálico, justo cuando mis ojos se habían posado en las dos dianas del lado derecho, accione los flippers  alternativamente pero me fue imposible, la bola se perdió por el mismo centro de ellos sin poder alcanzarla, escuche como se burlaba a la vez que encendía una luz indicándome que tenia esperando otra bola en el canal de lanzamiento.
012300
Al accionar el pulsador lo hice con mas suavidad y la bola se desplazo con una velocidad menor para entrar entre dos guías, que iluminaron una diana oculta en el flanco derecho inferior, con el flipper izquierdo no la podría alcanzar cuando llegara la bola, debería pasarla al derecho y con la parte mas próxima al eje, golpear, si acertaba esa diana, tendría abierta la rampa de X2, descendió con una velocidad endiablada y de nuevo se perdió por el mismo centro.
Me quede mirando el marcador, con cara de circunstancias, los dos últimos dígitos parpadeaban a la espera de moverse de nuevo, tan concentrado estaba que no vi aproximarse al niño, cuando de repente lo tuve apoyado encima de ella desplazando sus dedos por el cristal tratando de seguir  la bola que acababa de lanzar enrabietado.
 Supongo que era su padre el que se acerco para apercibir al rapaz y pedirme disculpas.



"game over"

No importa, no me molesta.
Acerque el taburete con el niño y lo coloque frente a ella, aún quedaba un juego por disputar, a fin de cuentas así empece yo, arrimando una silla, para ver jugar a los mayores en aquel bar de barrio.
Sonreí, mientras el niño accionaba los dos flippers a la vez, pronto aprendería, y quizás, quizás en ese mundo de fantasía que hay debajo de un grueso cristal, el fuera un mago.





Si queréis recordar más: http://www.retrogames.cl/flippers.html