jueves, 25 de diciembre de 2014

Cuento de Navidad

    "Yo estuve aquí y nadie contara mi historia" esa frase acudió a su memoria, cuando se dirigía al supermercado, apretaba unas monedas a través del bolsillo, y en su mente esa frase leída en un libro de Luis Sepulveda, " Rosas de Atacama"  " Historias marginales", los dos títulos eran validos, una frase encontrada en las paredes de un campo de concentración alemán. Mientras se dirigía al estante de los vinos, se dio cuenta de que no había cogido una cesta, no es necesario pensó, solo necesitaba eso, una botella de vino corriente. Se coloco en la cola y una vez mas observo a la Sra. Maria, en realidad sabía su nombre porque lo lucia en una chapita de su bata, le gustaba ponerse en esa cola, sentía que la Sra. Maria era especial, ya mayor, rondaría los 65 años, de cara regordeta sin maquillaje, unos ojos azules en continuo movimiento y una sonrisa amplia, le gustaba ver como trataba a todos los clientes, le convencía sus "Buenos días", no era maquinal, ella miraba a los ojos y sonreía, abría una bolsa con sus dedos entrenados e iba colocando los artículos con la melodía del lector de códigos, una vez acabados solicitaba el montante de la compra, el anciano en esta ocasión le entrego su monedero y ella aparto el dinero preciso para pagar la cuenta y se lo devolvió sonriendo. Esta escena se repetía a menudo en esa caja, por eso le gustaba situarse allí. Llego su turno y devolvió el saludo a la Sra Maria, pago su vino y le deseo una feliz noche: - Feliz Noche, Sra. Maria, le salio del corazón, no fue una respuesta mecánica. -igualmente, contesto ella, deteniéndose un segundo, buscando un nombre al que añadir a ese igualmente. No importaba, el no llevaba una chapita que pusiera su nombre.
De camino a la pequeña tienda del Sr. Jose, pensó: -que difícil debe de ser cajera y sonreír de esa manera tan franca.
El Sr. Jose, estaba a la puerta de su tienda, como invitando a que entraras, siempre que se acercaba intentaba por todos los medios que se llevara más mercancía de su tienda, alababa todos sus productos, en realidad eran pocos, cuando se quedo en el paro puso ese establecimiento, pequeño, un poquito de todo, algo de verdura, un poco de fruta, algunas conservas.
No puedo Sr. Jose, hoy solo me llevo esa coliflor y dos patatas, otro día sera. El Sr. Jose sonreía y de nuevo volvía a su letanía, quizás le hagan falta unos tomates, los he recibido hoy, como estas lechugas, mire. No, Sr Jose, esto es todo, pago su cuenta y el Sr. Jose le  acompaño hasta la puerta, allí se quedo, con las manos en los bolsillos esperando que alguien se acercara, mirando la caja de lechugas como tratando de regarlas con sus lagrimas, apenas había vendido nada, y el observaba que los transeúntes venían del supermercado con las bolsas llenas.
El ya tenia todo lo necesario para esa noche, no precisaba de mas.
Esta vez todo seria diferente, había llegado al convencimiento de que los viejos valores se habían perdido en el tiempo y aunque los símbolos se mantenían en los hogares se habían distorsionado.
Puso la verdura a hervir y abrió el vino, se sirvió una copa generosa a la que dio un sorbo, aparto unos libros de la mesa y cojio un folio y unos lapices de colores.
Con la pintura marrón dibujo un tronco de pino y con la verde puso color a sus ramas, el pino alto y esbelto simbolizaba el amor perenne. A continuación, convencido de que su pino estaba bien, decidió ponerle los adornos, las bolitas que representarían los dones, primero empezó por las azules, que simbolizaban el arrepentimiento, las fue distribuyendo por las ramas, y en cada una de ellas recordó  un momento difícil, y aunque ya se había arrepentido quiso tenerlo presente. Cambio la pintura por la de color rojo y de nuevo fue haciendo pequeños circulitos de ese color, las rojas simbolizaban las peticiones, pinto unas poquitas. Con varias pinturas intento aproximarse a un color dorado que quedara bien, las bolitas doradas representaban las alabanzas, con la pintura gris y la blanca saco un magnifico color plateado con el que pudo representar el agradecimiento. Satisfecho con la cantidad de bolitas y los colores, dio otro sorbo de vino y apago el fuego donde hervía su cena.
Pinto una estrella en lo mas alto, si, eso simbolizaría la fe que guía nuestra vida, cualquier fe. A continuación  dibujo una cinta de varios colores rodeando el árbol, eso simbolizaría la presencia de nuestras personas queridas alrededor de todos esos dones. Sonrió, porque aunque estaba solo en ese momento, habían pasado todas las personas queridas por su mente.
Después de otro sorbo, se quedo unos instantes ensimismado en su dibujo y atrapado en sus pensamientos.
Tras unos instantes decidió que debía dibujar unas velitas que simbolizaran la luz para guiar el camino.
Le pareció bonito como había quedado, recogió las pinturas, aderezo la verdura y ceno en silencio contemplando su dibujo.
Después de recoger la loza salio de nuevo a la calle, ya era noche cerrada y no se encontró a nadie, recorrió tres manzanas apurando un cigarro, a través de algunas ventanas le llegaban murmullos agitados y destellos de luz. El cajero de la esquina estaba solitario, eso le gusto. Todo estaba vació, silencioso, sonrió para su interior mientras se decía: -Todo esta bien. Y desanduvo sus pasos.
De regreso escucho las campanas de una iglesia cercana. La melodía le era familiar.
De nuevo observo su dibujo, coloco una vela frente a el y se acostó.
De los sueños que tuvo nunca supe, pero estoy seguro que había renacido de nuevo tras esa noche.
 


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